Durante el 6° Encuentro Nacional de Coros y Orquestas en Coquimbo, estudiantes del Colegio John Andrews vivieron una experiencia inolvidable, llevando su música desde los escenarios hasta las plazas, compartiendo fe, talento y compañerismo con comunidades de todo Chile.
Los días 2 y 3 de agosto, una delegación de casi 80 personas —entre coristas, instrumentistas y docentes del área musical de la Fundación Educacional Francisco H. Westphal— viajó hasta la ciudad de Coquimbo para ser parte del 6° Encuentro Nacional de Coros y Orquestas de la Educación Adventista en Chile.

El evento, organizado por la Iglesia Adventista del Séptimo Día, reunió a más de 500 participantes provenientes de 7 fundaciones educativas del país, todos con el mismo propósito: alabar a Dios a través de la música y compartir experiencias significativas con otros jóvenes y comunidades locales.
Durante la jornada inaugural, realizada el viernes en el edificio consistorial de Coquimbo, se vivieron momentos de profunda emoción con las presentaciones del Colegio Adventista de Los Ángeles y del coro de la Universidad Adventista de Chile (UNACh). La atmósfera de adoración marcó el inicio de un fin de semana inolvidable.


Una plaza, una oportunidad inesperada
El sábado por la mañana, la orquesta del Colegio John Andrews visitó el Grupo Pequeño Bosque San Carlos, en La Serena. Debido al limitado espacio físico de la iglesia, y gracias a que no llovió a pesar del pronóstico, los estudiantes trasladaron su presentación a una plaza frente al templo.

La disposición del grupo fue destacada por quienes acompañaban la actividad desde el área educativa:
Valeria Lemus, Asistente del Departamento de Educación de la Asociación Metropolitana, compartió:
“Nos hemos reunido en esta plaza debido a que hemos colapsado la iglesia. Sin embargo, los jóvenes han tenido una excelente disposición en poder salir a invitar a los vecinos y así dar un testimonio vivo de la fe.”
Lo que podría haber sido un contratiempo, se convirtió en una de las vivencias más memorables del fin de semana. Para los estudiantes, tocar al aire libre, invitar a los vecinos y compartir su música fue algo completamente distinto a lo habitual.
Esteban Soto, estudiante, comentó emocionado:
“Tocamos en la plaza, fuimos a buscar a los vecinos. Fue muy divertido, vinieron más de los que pensábamos. Tocamos muy bonito, salió todo bien, y el sol nos abrazó… nos dio un sentimiento más profundo.”
Incluso para quienes pasaban por el lugar, la música fue una invitación a detenerse y participar. Algunos vecinos se acercaron movidos por la belleza del momento.
Benjamín Díaz, vecino del sector, comentó:
“Lo que más me llamó la atención fue el piano… por eso me acerqué. Me gustó mucho lo que estaban haciendo.”
Una presentación esperada y preparada con esmero

Ya en horas de la tarde, llegó el turno de la Fundación Francisco H. Westphal de presentarse oficialmente en el escenario central. Luego de semanas de preparación, los estudiantes subieron al escenario con cantos como “El Poder de Tu Amor” y “Digno Eres Señor”, dejando en alto el mensaje y la dedicación con que se trabajó.
Nicolás Bravo, estudiante, compartió:
“A pesar de los nervios antes, me sentí súper relajado al estar ahí arriba, porque sabíamos que estábamos alabando a nuestro Señor. Fue muy bonito, y estoy muy agradecido de Dios por esta oportunidad.”
Mucho más que música

Los encuentros como este no solo desarrollan habilidades musicales. También entregan herramientas para la vida, fomentan la conexión espiritual y fortalecen valores como el compromiso, el respeto y la fe.
Jermain, docente de música, reflexionó:
“Estas instancias son maravillosas para que los chicos expresen su adoración a Dios. Además, nos hacen bien en lo espiritual, cognitivo e intelectual. Muy feliz de haber participado.”
Un cierre que deja huella
Mientras la jornada llegaba a su fin, el equipo docente observaba con orgullo el impacto que esta experiencia tuvo en los estudiantes. La gratitud fue el sentimiento más repetido entre quienes formaron parte de esta misión musical.
Eduardo Jeldres, Director del Departamento de Educación de la Asociación Metropolitana, concluyó:
“Gracias a Dios hemos podido participar. Los niños están felices y listos para regresar con el corazón lleno, alegres de haber alabado a nuestro Dios y de haber conocido esta linda ciudad que nos albergó.”
Lo vivido en Coquimbo no fue solo un viaje, ni solo una presentación: fue una oportunidad para servir, compartir, crecer y fortalecer los lazos de fe entre estudiantes, docentes y comunidades.
Porque cuando la música se une con la fe, no solo se alaba a Dios… también se transforman vidas.