A comienzos de la década de 1960 comenzó a gestarse lo que terminaría siendo, hoy, John Andrews Adventist Academy. En primera instancia se ubicó en la calle San Isidro Nº 80, Santiago Centro. Este lugar tendría la misión temporal de albergar al estudiantado del Colegio Adventista Porvenir (ubicado en el sector de Vicuña Mackenna con Avenida Matta), el que había sido consumido por un incendio, como también a estudiantes de la comunidad adventista del centro de la ciudad. Durante el verano del año 1963 se acondicionó el lugar como un centro educativo, en el que la profesora Graciela Carvajal dirigiría la escuela básica y el profesor Sergio Olivares haría lo propio con la enseñanza media. Por su cercanía con el cerro del mismo nombre, se lo denominó “Liceo Santa Lucía” hasta septiembre de 1963, momento en el que pasó a llamarse “Liceo Adventista de Santiago”. El cuerpo docente estaba compuesto, en su mayor parte, por jóvenes recién titulados en el Pedagógico de la Universidad de Chile. El cuerpo docente estableció de inmediato una excelente relación con el alumnado, explicada por la cercanía etaria, la cordialidad natural de las y los docentes y por el entorno dedicado a la enseñanza desde un prisma en donde el enfoque espiritual era, y sigue siendo, prioritario.
Por aquellos años, en Chillán, el Colegio Adventista de Chile (actual Universidad Adventista de Chile), firmaba un convenio de reconocimiento de carreras con la Universidad de Concepción, por lo que, debido a la necesidad de contar con profesores de diversas especialidades, varios de los docentes de la planilla del Liceo Adventista de Santiago fueron a trabajar allá. Por esta razón, Óscar Yáñez, profesor de música, se convirtió en director del establecimiento hasta el año 1967. Después de lo cual, se confirmó a Graciela Carvajal como directora, quien mostró una gran labor mientras el Liceo Adventista de Santiago estuvo bajo su dirección, lo que la convirtió, con posterioridad, en la primera mujer en ocupar el cargo de Departamental de Educación en la Asociación Adventista Metropolitana de Chile.
A comienzos de los años 70, el Liceo Adventista de Santiago tuvo la imperiosa necesidad de encontrar un lugar más apto, que cumpliera con los estándares requeridos por la autoridad educacional para funcionar como establecimiento educacional, sobre todo en aspectos relacionados con el espacio y seguridad adecuados para recibir a una cantidad creciente de estudiantes. Es así como se llegó a adquirir la casona de la avenida Apoquindo (esquina de Luis Zegers), en la comuna de Las Condes (lugar en donde funcionó el Colegio hasta el año 2019). Fue entonces que el Liceo Adventista de Santiago acordó su traslado a esta comuna, cambiando de administración y, lógicamente, también de nombre, naciendo, entonces, de manera formal, el Colegio Adventista de Las Condes; siendo elegido como director, el profesor Francisco Aguilera, realizándose, al año siguiente, 1971, la primera licenciatura de 4º Medio en la historia del establecimiento.
En 1973, a raíz del nombramiento de Francisco Aguilera como profesor titular en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Chile, es designado Marcelo Carvajal, profesor de inglés, como nuevo director. Esta Dirección se mantendría hasta el año 1976, cuando asume el profesor Abner Soto, quien sería director hasta el año 1979, siendo sucedido por Edgar Araya Bishop, quien comenzó una profunda modernización del establecimiento. El año 1984, retorna a la Dirección el profesor Marcelo Carvajal, esta vez apoyado en el equipo técnico por Elizabeth Zeidán y Jorge Urrejola, dando origen a un periodo muy destacado del colegio en cuanto a resultados en pruebas como SIMCE y Aptitud Académica. En los siguientes años, el colegio fue dirigido por Aurelio Vega (1987-1988), Abner Soto (1989-1991), Luis Contreras (1992-1994) y Hugo Cameron (1995-1999). Durante estos años, el colegio experimentó profundos cambios, tanto a nivel de recambio docente, como a nivel de infraestructura, y estrategias y prácticas académicas. Además, durante estos años, se organizó el primer Centro de Alumnos del establecimiento. El nuevo siglo se inicia con la dirección del profesor Gustavo Jiménez, quien fue relevado por Rita Álvarez.
Nueva Etapa
El año 2016, debido a requerimientos de la Ley General de Educación (promulgada en Chile el año 2009), los colegios adventistas fueron traspasados de la Corporación Adventista a siete fundaciones educacionales creadas para ser sostenedoras de los colegios. De este modo, el Colegio Adventista de Las Condes pasó a integrar la Fundación Educacional Francisco H. Westphal, que agrupa a los cuatro colegios adventistas que administra la Asociación Metropolitana de Chile. Este mismo año, 2016, el profesor David Gómez asume como director y es comisionado para elaborar y dirigir un nuevo proyecto educativo, trasladándose, el año 2020, a un amplio terreno, con modernas instalaciones, en la comuna de La Reina, cambiando nuevamente su nombre a John Andrews Adventist Academy (haciendo referencia al teólogo y escritor estadounidense, cuya figura también da nombre a una importante universidad norteamericana adventista, ubicada en Berrien Springs, Michigan). De este modo, el Colegio Adventista de Las Condes llegó a convertirse en uno de los mejores colegios de la comuna y en uno de los mejores colegios adventistas del país, contando actualmente con el rango de excelencia académica.
De este colegio han emigrado profesionales hacia distintos puntos clave en cuanto a educación, ya sea en universidades estatales y privadas, en corporaciones educacionales y en la dirigencia administrativa de la Corporación Adventista. El año 2020, ya emplazados en la comuna de La Reina, John Andrews Adventist Academy, inicia un proyecto educativo fundamental, distinto a lo que se conoce al interior de la comuna, como también en la educación adventista chilena, dándole mayor énfasis a la complementación práctica de las asignaturas tradicionales con distintos tipos de actividades y aprendizajes, aspirando a educar integralmente a las y los estudiantes, potenciando su desarrollo en cada aspecto de su personalidad; favoreciendo de este modo, tanto el desarrollo individual, como el desarrollo de una sociedad integral, en el aspecto espiritual, social, físico y académico.